La obesidad es un problema de salud pública global que afecta a millones de personas en el mundo. Más allá de la aparente acumulación de grasa, es una enfermedad crónica que impacta el funcionamiento de órganos y tejidos, aumentando el riesgo de enfermedades graves como diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares y ciertos tipos de cáncer.
Este informe de The Lancet Diabetes & Endocrinology resalta la necesidad de redefinir la obesidad como una enfermedad clínica con criterios claros de diagnóstico, diferenciándola de un simple exceso de peso. Para combatirla, se plantea un enfoque integral que incluye el deporte, la actividad física y una alimentación adecuada como pilares fundamentales.
¿Por qué el IMC ya no es suficiente?
El IMC es un cálculo matemático que divide el peso en kilogramos entre la estatura en metros al cuadrado. Si el resultado es mayor a 30, la persona se considera obesa.
El problema es que el IMC no toma en cuenta:
- La cantidad de músculo o grasa en el cuerpo.
- Dónde se acumula la grasa (no es lo mismo tener grasa en el abdomen que en las piernas).
- Factores genéticos y metabólicos que influyen en la salud de cada persona.
Por ejemplo:
- Un deportista con mucha masa muscular puede tener un IMC alto, pero no ser obeso.
- Una persona delgada, pero con grasa acumulada en el abdomen, puede tener más riesgo de enfermedades que alguien con un IMC alto.
Los investigadores concluyen que se necesitan más pruebas para diagnosticar correctamente la obesidad. No basta con el IMC, hay que evaluar otros factores.
Nuevas formas de medir la grasa:
- Relación cintura-altura: Si la cintura mide más de la mitad de la altura, hay más riesgo de problemas de salud.
- Relación cintura-cadera: Un exceso de grasa en la barriga puede ser más peligroso que en otras zonas del cuerpo.
- Exploraciones médicas (resonancia magnética o rayos X): Para medir la grasa interna en órganos como el hígado o el corazón.
Principales puntos tratados en el informe
1. Redefiniendo la obesidad
La obesidad no puede medirse solo a través del índice de masa corporal (IMC), ya que este puede sobrestimar o subestimar el problema. Es fundamental evaluar la composición corporal, la distribución de la grasa y sus efectos en la salud. Se distingue entre:
- Obesidad preclínica: Exceso de grasa sin manifestaciones evidentes de enfermedad, pero con alto riesgo de evolucionar a obesidad clínica.
- Obesidad clínica: Afectación del funcionamiento de órganos y tejidos, con signos evidentes de enfermedad y riesgo elevado de complicaciones graves.
2. Impacto de la obesidad en la salud
El exceso de grasa corporal contribuye a enfermedades crónicas como:
- Diabetes tipo 2
- Enfermedades cardiovasculares (infartos, hipertensión, insuficiencia cardiaca)
- Problemas respiratorios (apnea del sueño, dificultad para respirar)
- Trastornos musculoesqueléticos (dolor crónico, osteoartritis)
- Enfermedades metabólicas y hormonales
Estos efectos deterioran la calidad de vida y reducen la esperanza de vida.
Actividad física y deporte como parte de la solución
1. Ejercicio como tratamiento efectivo
El deporte y la actividad física regular son herramientas clave para combatir la obesidad y prevenir sus consecuencias. Se destacan los siguientes beneficios:
- Mejora del metabolismo: El ejercicio favorece la quema de grasas y mejora la sensibilidad a la insulina.
- Salud cardiovascular: Reduce la presión arterial, mejora la función cardíaca y disminuye el riesgo de infartos.
- Control del peso corporal: Permite mantener un balance energético adecuado y evita la acumulación excesiva de grasa.
- Bienestar mental: Reduce el estrés, la ansiedad y mejora la autoestima.
2. Tipos de ejercicio recomendados
El informe sugiere que cualquier tipo de actividad física es beneficiosa, pero algunas son más efectivas:
- Ejercicio aeróbico (caminar, correr, nadar, andar en bicicleta): Ideal para quemar calorías y mejorar la salud cardiorrespiratoria.
- Ejercicio de fuerza (pesas, calistenia, entrenamiento funcional): Ayuda a mantener la masa muscular y acelera el metabolismo basal.
- Ejercicios de movilidad y flexibilidad (yoga, pilates, estiramientos): Reducen el riesgo de lesiones y mejoran la funcionalidad corporal.
3. Recomendaciones según el nivel de obesidad
- Personas con obesidad preclínica: Se recomienda actividad física regular para prevenir el progreso hacia la obesidad clínica.
- Personas con obesidad clínica: Programas personalizados de ejercicio con supervisión profesional para evitar lesiones y mejorar la salud general.
El papel de la alimentación en conjunto con el deporte
El informe recalca que la actividad física debe combinarse con una alimentación adecuada para obtener mejores resultados. Se recomienda:
- Dieta equilibrada: Rica en frutas, verduras, proteínas magras y grasas saludables.
- Reducción de alimentos ultraprocesados: Evitar el exceso de azúcares refinados, harinas procesadas y grasas trans.
- Hábitos alimenticios saludables: Comer con conciencia, mantener horarios regulares y evitar el sedentarismo prolongado.
Conclusiones y reflexión final
La obesidad no es solo un problema de estética, sino una enfermedad grave que requiere una estrategia de prevención y tratamiento basados en evidencia científica. La combinación de actividad física regular, deporte y una alimentación adecuada es la clave para frenar esta epidemia y mejorar la calidad de vida de las personas.
No se trata solo de perder peso, sino de ganar salud y bienestar. La decisión de moverse, de elegir mejor los alimentos y de cambiar hábitos puede marcar la diferencia en la vida de millones de personas. La lucha contra la obesidad es una tarea de todos, y el primer paso es tomar conciencia de que el cambio es posible
Bibliografía:
📌 Artículo original en The Lancet:
🔗 Definición y criterios diagnósticos de la obesidad
📌 PDF completo del estudio:
📄 Descargar aquí