Cada día más personas se inician en el deporte, desde quienes comienzan en el gimnasio o en el running, hasta ciclistas y triatletas que buscan dar un salto de nivel. Sin embargo, la mayoría comparte un mismo error: entrenan duro, pero sin una estructura clara y, sobre todo, sin un plan nutricional que acompañe el proceso.
El resultado es muy parecido en todos los casos: fatiga acumulada, sensación de estancamiento, problemas digestivos en entrenamientos largos, bajo rendimiento en competiciones y, en el peor de los casos, lesiones o abandono.
El entrenamiento es un proceso complejo que va mucho más allá de salir a correr o levantar pesas. Involucra fases fisiológicas bien definidas (estímulo, fatiga, recuperación, supercompensación y adaptación) y requiere que la nutrición esté sincronizada con cada una de ellas. Cuando esto no sucede, el cuerpo no logra adaptarse y se limita a sobrevivir en lugar de mejorar.
Consecuencias de entrenar sin planificación
Imagina preparar durante meses una maratón, un triatlón o una competición de CrossFit y llegar al día clave con depósitos de glucógeno vacíos, mal hidratado o con problemas gastrointestinales. Es una realidad muy común y que no se debe a la falta de esfuerzo, sino a la ausencia de planificación integral.
Los errores más habituales son:
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Entrenar siempre con la misma carga sin respetar el principio de sobrecarga progresiva, lo que provoca estancamiento.
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Improvisar la alimentación antes o durante la competición, arriesgándose a sufrir hipoglucemia, deshidratación o molestias digestivas.
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Creer que basta con comer “saludable”, sin tener en cuenta los tiempos de ingesta, la cantidad exacta de carbohidratos o el entrenamiento del tracto gastrointestinal (TGI).
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No dar importancia a la recuperación nutricional inmediata, perdiendo la oportunidad de reponer glucógeno y favorecer la reparación muscular en las horas críticas.
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Copiar estrategias de otros deportistas sin considerar la individualización, lo que lleva a frustración por no obtener los mismos resultados.
El resultado no solo es una merma en el rendimiento deportivo, sino también en la motivación y la confianza. El deportista siente que “hace todo bien”, pero no entiende por qué no progresa.
Integrar entrenamiento y nutrición como un único proceso
El verdadero salto de calidad ocurre cuando el entrenamiento y la nutrición dejan de verse como áreas separadas y se entienden como un único proceso. La clave está en aplicar los principios del entrenamiento deportivo junto con una planificación nutricional personalizada y dinámica.
Las cinco fases del entrenamiento y su conexión con la nutrición
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Estímulo (o carga): Cada sesión es un reto para el organismo. Aquí la prioridad es aplicar un estímulo progresivo y específico de la disciplina. La nutrición previa asegura que el cuerpo disponga de energía suficiente.
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Carbohidratos antes de sesiones exigentes (1-4 g/kg en las horas previas).
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Reducción de fibra y grasa para evitar molestias digestivas.
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Hidratación adecuada antes de iniciar la sesión.
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Fatiga: El esfuerzo genera fatiga física y metabólica. Esta se ve potenciada por la pérdida de líquidos y electrolitos, la reducción de glucógeno muscular y la acumulación de desechos metabólicos.
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Durante entrenamientos largos o competiciones se recomienda una ingesta de 60-90 g de carbohidratos/hora y 300-600 mg de sodio/hora, junto con 400-800 ml de agua/hora.
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El uso de mezclas de glucosa-fructosa (2:1 o 1:0.8) mejora la absorción y reduce problemas gastrointestinales.
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Recuperación: Esta fase es crítica. La ventana de las dos primeras horas post-esfuerzo es el momento más eficaz para reponer lo perdido.
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Carbohidratos: 1-1.5 g/kg de peso.
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Proteínas: 15-20 g de calidad, buscando una proporción 4:1 con carbohidratos.
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Hidratación: reposición del 125-150% del peso perdido en líquido, añadiendo sodio (1-1.5 g/L).
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Suplementos con alta evidencia como creatina pueden favorecer la resíntesis de glucógeno y reducir el daño muscular.
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Supercompensación: Es el momento en el que el cuerpo no solo se recupera, sino que eleva su nivel de rendimiento por encima del inicial. Para aprovecharla, la nutrición debe mantener un flujo constante de nutrientes y energía.
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Mantener un aporte estable de carbohidratos, proteínas y grasas saludables durante todo el día.
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Distribuir la proteína en dosis de 20-40 g cada 3-4 horas potencia la síntesis proteica.
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Adaptación: El resultado a largo plazo. El organismo mejora sus capacidades fisiológicas y estructurales, optimizando el rendimiento. La clave está en la continuidad y periodización de entrenamiento y nutrición.
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Adaptar la ingesta de energía y macronutrientes según el ciclo (micro, meso y macrociclos).
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Entrenar también el tracto gastrointestinal (TGI) para tolerar la ingesta de carbohidratos y líquidos en carrera.
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Principios rectores del proceso
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Individualización: No existen dos planes iguales. La genética, la experiencia, el tipo de deporte y los objetivos definen cada estrategia.
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Sobrecarga progresiva: Tanto en cargas de entrenamiento como en tolerancia digestiva.
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Especificidad: La nutrición debe adaptarse a la disciplina. Un maratonista no come igual que un ciclista de montaña o un jugador de baloncesto.
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Variedad y motivación: Cambiar los alimentos, las texturas y los suplementos evita monotonía y mejora la adherencia.
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Continuidad y largo plazo: Los resultados reales llegan con la constancia, no con “dietas milagro”.
Herramientas prácticas para el deportista
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Software de planificación: Herramientas como DietoPro ayudan a planificar, aunque requieren la interpretación y ajuste por parte de un profesional.
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Listas de intercambio de alimentos y suplementos: Facilitan la personalización y evitan la monotonía.
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Educación y comunicación: Explicar al deportista el “porqué” de cada recomendación para que pueda tomar decisiones en carrera.
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Trabajo en equipo: La integración con entrenadores, fisios y psicólogos es clave para un rendimiento integral.
Entrenamiento y nutrición, dos caras de la misma moneda
El entrenamiento no es solo una sucesión de sesiones físicas. Es un proceso fisiológico de estímulos, fatiga, recuperación, supercompensación y adaptación. Para que funcione, necesita ir de la mano de una planificación nutricional meticulosa, personalizada y flexible.
La diferencia entre un deportista que se estanca y uno que progresa no está en la fuerza de voluntad, sino en la capacidad de integrar entrenamiento y nutrición como un único plan estratégico.
Si eres deportista de resistencia o fuerza y quieres dejar de improvisar, descubrir cómo potenciar tu recuperación y evitar errores comunes, la clave está en trabajar con un plan estructurado y adaptado a ti. Porque entrenar sin nutrición es como correr sin zapatillas: tarde o temprano te frena.
Referencias bibliográficas:
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